martes, junio 10, 2008
Ella hacia el Este: XXX
Estaba ahí.
Es tan difícil, doloroso, vulnerable el corazón de todo esto que pasa, que quisiera poder alejarlo de mí. Quizás quiero que al menos la palabra ocupe el espacio donde vos no vas a estar jamás.
Lo imposible de la cuestión hace que le de tantas vueltas al asunto, a lo que siento, que no tiene salida, por eso dije: construiste un laberinto para mí.
Primero fue una especie de desconcierto: no entendía nada de lo que veía, escuchaba, hacía, decías. Pero empezaron a brotar palabras, como un orgasmo que dura muchísimo, pero que una vez que se acaba, el cuerpo no tiene dónde ir. Y otro orgasmo y nada. En esos espacios vacíos es donde puedo pensar en mí, en mi vida. Lo otro es la vida.
Un día estaba caminando y vi unas luces. No. Unas luces me hacían señas, insistieron. Me parecían fascinantes, mágicas, impetuosas como el mar. Y me acerqué demasiado a ellas. Porque ellas son vos. Vos sos ellas. Después te seguí, y demasiado tarde, que ya nadie llevaba a nadie o que yo era una simple ondulación sobre las olas. Te escribí mil veces, me alumbraste, con vos vi una cosa nueva del mundo.
Y el escalofrío del otro día apenas me acerqué. Mi cuerpo iba solo al encuentro, como los animales presienten que son presas. Me sorprendió lo bien que mi cabeza iba manejando hasta que mi cuerpo me advirtió. Algo en mi piel está vivo, quiere poseer ese fragmento de vida que se acerca, absorberlo, beber todo lo que haya que beber y morir. No le importa. Mi razón se resiente, insiste en que no puede ser, que esto es imposible: mi amor por vos.
Es tan difícil, doloroso, vulnerable el corazón de todo esto que pasa, que quisiera poder alejarlo de mí. Quizás quiero que al menos la palabra ocupe el espacio donde vos no vas a estar jamás.
Lo imposible de la cuestión hace que le de tantas vueltas al asunto, a lo que siento, que no tiene salida, por eso dije: construiste un laberinto para mí.
Primero fue una especie de desconcierto: no entendía nada de lo que veía, escuchaba, hacía, decías. Pero empezaron a brotar palabras, como un orgasmo que dura muchísimo, pero que una vez que se acaba, el cuerpo no tiene dónde ir. Y otro orgasmo y nada. En esos espacios vacíos es donde puedo pensar en mí, en mi vida. Lo otro es la vida.
Un día estaba caminando y vi unas luces. No. Unas luces me hacían señas, insistieron. Me parecían fascinantes, mágicas, impetuosas como el mar. Y me acerqué demasiado a ellas. Porque ellas son vos. Vos sos ellas. Después te seguí, y demasiado tarde, que ya nadie llevaba a nadie o que yo era una simple ondulación sobre las olas. Te escribí mil veces, me alumbraste, con vos vi una cosa nueva del mundo.
Y el escalofrío del otro día apenas me acerqué. Mi cuerpo iba solo al encuentro, como los animales presienten que son presas. Me sorprendió lo bien que mi cabeza iba manejando hasta que mi cuerpo me advirtió. Algo en mi piel está vivo, quiere poseer ese fragmento de vida que se acerca, absorberlo, beber todo lo que haya que beber y morir. No le importa. Mi razón se resiente, insiste en que no puede ser, que esto es imposible: mi amor por vos.
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5 comentarios:
...
Construite un laberinto para mi...
Fue buenísima esa parte...
Te quiero mi sol...
Bellísima descripción del amor arrebatado.
...Y tiene que decirse en ese momento exacto. Dichoso tú que puedes expresarlo.
Gracias, me pone muy contenta tu comentario.
Gracias.
Una vez me dijiste que uno no es lo que escribe, pero se puede ser lo que uno lee?
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